martes, 20 de noviembre de 2012

Crónica de la Ruta: Ledanca - Argecilla y vuelta


Distancia: 10 Km.

Dificultad: Baja


Hoy 18 de Noviembre, tras habernos reunido como siempre en nuestro punto de encuentro en Alcalá, los caminantes hemos viajado por la N II hasta el Km. 94 donde la hemos abandonado en dirección a Ledanca.

Descender al valle del Badiel desde la árida meseta de la Alcarria es una verdadera sorpresa. El paisaje que aparece ante nosotros, nos llena de admiración por su belleza como venimos describiendo en crónicas anteriores.

El valle se va encajonando y estrechando a medida que se acerca al nacimiento del río más allá de Almadrones. Mientras nos acercamos a Ledanca divisamos desde lo alto, su Iglesia Parroquial que destaca sobre su caserío agrupado en torno ella.

El domingo pasado, salimos de este pueblo acompañados por el sonido de sus campanas, pero esta mañana, permanecía silencioso y ni siquiera humo salía de sus hogares. 

Hemos dejado los coches en la plaza de la fuente y por la calle Mayor hemos descendido hasta alcanzar la orilla del río Badiel junto al que llevamos  caminando  más de 60 Km., los mismos que recorrió Alvar Fáñez acompañado de 200 soldados en el año 1085 cuando fue enviado por su primo Rodrigo Díaz de Vivar para hacer una Algarada por este valle y el del Henares. Cuentan las crónicas que regresó a Castejón, donde el Cid le esperaba, con abundantes víveres y ganados y de ello los caminantes, podemos dar fe, pues las fértiles tierras cercanas al Badiel no descansan de dar frutos todo año. Hoy hemos encontrado membrillos y manzanas reinetas esparcidos por la orilla del río.


Nada más comenzar la ruta hemos perdido el camino durante un tramo pues un campo de labor lo había invadido y borrado. Llenos de barro, hemos alcanzado el GR-160 (Camino del Cid) bien señalizado, algo más adelante y lo hemos seguido en dirección Noroeste. Estamos en el momento álgido del otoño y la fragancia característica otoñal que dan las hojas caídas y mojadas, nos embriaga mientras las pisamos.

Algunos majuelos aún conservan las gotitas de rocío de la noche y sobre ellos, iluminados por el sol vespertino, asemejan lágrimas de  cristal.



En las piedras y troncos, un musgo verdoso y fresco no invita a pensar en los belenes navideños que ya hay que empezar a construir.

Las huertas semiabandonadas y las varas largas agrupadas para sostener las hortalizas esperan que el nuevo ciclo de la Naturaleza les traiga de nuevo a sus dueños para ocuparse de ellas y otro año más, sacarles su provecho.



Aunque echamos en falta la Fauna, no cabe duda de que el otoño, viste a este valle y a esta provincia, de manera muy especial  y estoy segura de que abandonarlo nos producirá una gran nostalgia

Mientras vamos distraídos y sumergidos en la magia de este camino, vemos aparecer Argecilla con sus casas esparcidas a lo largo de una empinada ladera que parecen colgadas de la montaña.

El pueblo se haya al abrigo de un gran cerro en el que se divisan las cuevas de “La Solana” de donde salieron numeroso restos Neolíticos que hoy están en el Museo Arqueológico de Madrid


En lo más alto del pueblo, divisamos su descomunal Iglesia y su gran espadaña con tres campanas y adornada con seis pináculos.


Nos acercamos al caserío cruzando el río Badiel y pasando por delante de la ermita del Camposanto.
El pueblo se encuentra a casi 800 metros de altitud. Tiene numerosas fuentes con abundante agua que desciende de los montes. En su lavadero municipal nos hemos hecho una foto de grupo.

Por sus calles empinadas hemos subido hasta la Iglesia de San Miguel Arcángel pasando primero por su Plaza Mayor, donde están, el Ayuntamiento, un frontón, varias fuentes echando agua y una casona perteneciente a los duques de Pastrana.

En el medievo, este pueblo perteneció a la tierra de Atienza. Posteriormente pasó por diversas manos hasta llegar a la familia Mendoza. El primer Marques de Argecilla fue el hijo de Don Diego Mendoza y Ana de la Cerda, padres también de la duquesa de Évoli.

Fue el tercer marques de Argecilla quien mandó construir la Iglesia que tiene una sola puerta de entrada dando paso a la nave del Evangelio. La puerta está en un pequeño atrio que sirve de balcón mirando al valle.

Por dentro tiene tres naves separadas por grandes pilares.
 El Presbiterio está delimitado por cuatro robustas columnas. En las dos centrales, se pueden ver sendos escudos de piedras pertenecientes a los que fueron señores de esta villa.


Las bóvedas están decoradas con una graciosa y cuidada lacería. Una gran lápida de piedra bien tallada, se apoya en el frontal del altar mayor con el escudo de Silva y Mendoza en el centro. A los pies de la iglesia hay una escalera de caracol por la que se sube a la espadaña y la pila bautismal.


Presidiendo el altar, está San Miguel Arcángel representado aquí como un ángel romano vestido con armadura y amenazando con una lanza al demonio.

El Arcángel San Miguel es muy venerado no solo por la iglesia católica sino también por la ortodoxa, la protestante, la iglesia copta y entre los judíos es el patrón de las sinagogas

Un vecino de este pueblo nos ha contado que solo 30 habitantes viven ahora en él, pero que llegó a tener 600 vecinos, 300 cabras, 300 mulas y más de 25 atajos de ovejas que daba gusto  verlos  pacer, esparcidos por todos los collados que le rodean.

Cuando abandonábamos el pueblo las campanas tocaban el Ángelus con la melodía del Ave María de Schubert.

Regresamos a Ledanca amenazados por un cielo que amenazaba lluvia, pero un día más, los caminantes nos hemos librado del agua.

En la “Venta del Puñal” hemos tomado hoy la cerveza y hemos comprado miel y vino.     

HASTA LA PROXIMA


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