Ruta: Lupiana - Horche por “El Camino de los monjes” y vuelta. Ruta circular
Distancia: 13 Km.
Fecha: 14 de Abril de 2013
Día de la REPUBLICA
Comenzábamos
hoy la primera etapa de “El camino de los monjes”, camino que utilizaron los
monjes Jerónimos y que unía el Monasterio de San Bartolomé de Lupiana en Guadalajara
con el Monasterio de Guadalupe en Cáceres. “La Alcarria” y “Las Villuercas”
unidas por la vía que trazaron los monjes que salieron desde Lupiana en el
Siglo XV para fundar en Guadalupe.
La
Orden Jerónima surge del interés de unos pocos jóvenes con vocación anacoreta
que marcharon a vivir en cuevas en la orilla del Tajuña, entre Ambite y Orusco,
siguiendo el ejemplo de San Antón Abad que en el Siglo IV marchó a vivir al desierto en Alejandría.
Proliferaron
tanto los eremitas, que en época medieval se les persiguió por ser gente que
vivía descontrolada.
Los
jóvenes del Tajuña, ante esta situación, marcharon a Avignón, donde por
entonces residía el Papa Luna, Benedicto I, y pidieron permiso al pontífice para
fundar una orden monástica bajo la advocación de San Jerónimo.
Así
fue como en el año 1415 quedó constituida esta orden, ocupando unos terrenos de
Lupiana donde uno de los nobles jóvenes procedente de Guadalajara poseía
tierras.
En
30 años, la Orden Jerónima llegó a tener 30 monasterios. Los más
sobresalientes, después de la Casa Madre fueron: Guadalupe, El Escorial, Yuste,
y sobre todo, los Jerónimos de Lisboa.
Tras
la Desamortización de Mendizábal, muchos monasterios se abandonaron y algunos
volvieron a renacer 100 años después. El de Lupiana pasó a manos privadas y hoy,
de sus tres mil metros cuadrados construidos, solo quedan en pie escasas
dependencias, el bello claustro renacentista de Covarrubias, las cuatro paredes
de su Iglesia y la torre. Sus cuantiosas riquezas y obras de arte, se
dispersaron por la provincia.
Respecto
a la Orden que nos ocupa, nueve jerónimos agrupados en el Monasterio de El
Parral de Segovia son los últimos supervivientes de aquella gran Orden cuyos
monjes quedaron inmortalizados por Zurbarán.
Los
caminantes hemos dejado los coches en la plaza del Ayuntamiento de Lupiana,
pueblo alcarreño a orillas del río Matayeguas situado en un apacible valle al
que se asoma desde lo alto el que fue famoso monasterio con su torre almenada
vigilándolo y protegiéndolo.
Pasaban
las nueve cuando salimos caminando desde la plaza dejando atrás la fuente y el lavadero y ascendiendo por una
calle empinada llamada Camino del Monasterio que nos saca de la villa y por una
estrecha senda rodeada de vegetación alcanzamos
la cima sobre la que se alzan esbeltos, unos cuantos cipreses que guardan en su
memoria los cánticos de aquellos monjes que estudiaban siete años música
Antes
de llegar a una amplia Vía Pecuaria que nos llevará hasta Horche, pasamos por
delante de la Fuente de los Siete Caños. El día era esplendido de luz, en el
cielo azul no asomaba una sola nube. Ya se distinguen brotes verdes en las
ramas de los árboles y florecillas de colores, proclaman la ansiada primavera.
Mientras
camino voy pensando como la Naturaleza nos espera cada domingo para ofrecernos
su esencia, haciéndonos sentir emociones diversas. Quizás sea esta la razón por
la que no queremos faltar a la cita semanal con ella y siempre nos despedimos
diciendo “hasta la próxima”.
Nuestro
camino se complicó al tener que cruzar la carretera que une Guadalajara con
Cuenca obligándonos a saltar por un terraplén en el que el destino quiso que
Vicente sufriera una lesión que le hizo llegar hasta Horche pasándolo mal.
Bajo los soportales del Ayuntamiento de la villa de
Horche, en la plaza, hemos parado a tomar un trago de la bota de Antonio con
vino de Jaime y un pincho de tortilla de setas preparado con cariño por Gloria.
Con detalles como estos, es evidente que no solo acudimos el domingo a la
llamada de la Naturaleza, en igual medida acudimos a encontrarnos con nuestros
amigos caminantes entre los que reina el mejor ambiente posible.
Dejamos
a Vicente sentado en una terraza esperándonos a que regresáramos con los coches
y emprendimos la marcha de vuelta hacia Lupiana, esta vez, por el valle del río
Ungría. De nuevo hemos de atravesar la carretera de Cuenca y entre campos
labrados en los que verdean los sembrados vamos disfrutando de la primavera que
tanto añorábamos. Nos admira que un río tan pequeño como el Ungría genere un
valle tan fértil. Lo hemos cruzado por un pequeño puente y hemos visto su
crecida corriente que irá a engrosar la del Tajuña.
Un
poco más adelante hemos cruzado el río Matayeguas, igualmente, con abundante
caudal. Mientras nos acercamos a Lupiana el calor del medio día se nos ha
echado encima. Dice Julián que hemos hecho solo 13 Km . pero a los caminantes
hoy nos han parecido más. Hemos regresado a buena marcha queriendo llegar
cuanto antes a por nuestro lesionado, que sin ninguna mala intención, sino por
un descuido general, hemos dejado “solo” en la plaza de Horche ¡valla fallo! Vicente,
te pedimos que nos disculpes y sobre todo, deseamos que te recuperes pronto y
puedas emprender tu Camino de Santiago en plena forma, pues tanta ilusión te
hace.
¡HASTA LA PROXIMA!
No hay comentarios:
Publicar un comentario