martes, 16 de abril de 2013

Crónica: Lupiana


Ruta: Lupiana - Horche por “El Camino de los monjes” y vuelta. Ruta circular

Distancia: 13  Km.

Fecha: 14 de Abril de 2013


Día de la REPUBLICA



Comenzábamos hoy la primera etapa de “El camino de los monjes”, camino que utilizaron los monjes Jerónimos y que unía el Monasterio de San Bartolomé de Lupiana en Guadalajara con el Monasterio de Guadalupe en Cáceres. “La Alcarria” y “Las Villuercas” unidas por la vía que trazaron los monjes que salieron desde Lupiana en el Siglo XV para fundar en Guadalupe.

La Orden Jerónima surge del interés de unos pocos jóvenes con vocación anacoreta que marcharon a vivir en cuevas en la orilla del Tajuña, entre Ambite y Orusco, siguiendo el ejemplo de San Antón Abad que en el Siglo IV  marchó a vivir al  desierto en Alejandría.

Proliferaron tanto los eremitas, que en época medieval se les persiguió por ser gente que vivía descontrolada.

Los jóvenes del Tajuña, ante esta situación, marcharon a Avignón, donde por entonces residía el Papa Luna, Benedicto I, y pidieron permiso al pontífice para fundar una orden monástica bajo la advocación de San Jerónimo.

Así fue como en el año 1415 quedó constituida esta orden, ocupando unos terrenos de Lupiana donde uno de los nobles jóvenes procedente de Guadalajara poseía tierras.

En 30 años, la Orden Jerónima llegó a tener 30 monasterios. Los más sobresalientes, después de la Casa Madre fueron: Guadalupe, El Escorial, Yuste, y sobre todo, los Jerónimos de Lisboa.

Tras la Desamortización de Mendizábal, muchos monasterios se abandonaron y algunos volvieron a renacer 100 años después. El de Lupiana pasó a manos privadas y hoy, de sus tres mil metros cuadrados construidos, solo quedan en pie escasas dependencias, el bello claustro renacentista de Covarrubias, las cuatro paredes de su Iglesia y la torre. Sus cuantiosas riquezas y obras de arte, se dispersaron por la provincia.

Respecto a la Orden que nos ocupa, nueve jerónimos agrupados en el Monasterio de El Parral de Segovia son los últimos supervivientes de aquella gran Orden cuyos monjes quedaron inmortalizados por Zurbarán.

Los caminantes hemos dejado los coches en la plaza del Ayuntamiento de Lupiana, pueblo alcarreño a orillas del río Matayeguas situado en un apacible valle al que se asoma desde lo alto el que fue famoso monasterio con su torre almenada vigilándolo y protegiéndolo.

Pasaban las nueve cuando salimos caminando desde la plaza dejando atrás  la fuente y el lavadero y ascendiendo por una calle empinada llamada Camino del Monasterio que nos saca de la villa y por una estrecha senda rodeada de vegetación  alcanzamos la cima sobre la que se alzan esbeltos, unos cuantos cipreses que guardan en su memoria los cánticos de aquellos monjes que estudiaban siete años música 


Antes de llegar a una amplia Vía Pecuaria que nos llevará hasta Horche, pasamos por delante de la Fuente de los Siete Caños. El día era esplendido de luz, en el cielo azul no asomaba una sola nube. Ya se distinguen brotes verdes en las ramas de los árboles y florecillas de colores, proclaman la ansiada primavera.



Mientras camino voy pensando como la Naturaleza nos espera cada domingo para ofrecernos su esencia, haciéndonos sentir emociones diversas. Quizás sea esta la razón por la que no queremos faltar a la cita semanal con ella y siempre nos despedimos diciendo “hasta la próxima”.



Nuestro camino se complicó al tener que cruzar la carretera que une Guadalajara con Cuenca obligándonos a saltar por un terraplén en el que el destino quiso que Vicente sufriera una lesión que le hizo llegar hasta Horche pasándolo mal.


Bajo los soportales del Ayuntamiento de la villa de Horche, en la plaza, hemos parado a tomar un trago de la bota de Antonio con vino de Jaime y un pincho de tortilla de setas preparado con cariño por Gloria. Con detalles como estos, es evidente que no solo acudimos el domingo a la llamada de la Naturaleza, en igual medida acudimos a encontrarnos con nuestros amigos caminantes entre los que reina el mejor ambiente posible. 


Dejamos a Vicente sentado en una terraza esperándonos a que regresáramos con los coches y emprendimos la marcha de vuelta hacia Lupiana, esta vez, por el valle del río Ungría. De nuevo hemos de atravesar la carretera de Cuenca y entre campos labrados en los que verdean los sembrados vamos disfrutando de la primavera que tanto añorábamos. Nos admira que un río tan pequeño como el Ungría genere un valle tan fértil. Lo hemos cruzado por un pequeño puente y hemos visto su crecida corriente que irá a engrosar la del Tajuña.






Un poco más adelante hemos cruzado el río Matayeguas, igualmente, con abundante caudal. Mientras nos acercamos a Lupiana el calor del medio día se nos ha echado encima. Dice Julián que hemos hecho solo 13 Km. pero a los caminantes hoy nos han parecido más. Hemos regresado a buena marcha queriendo llegar cuanto antes a por nuestro lesionado, que sin ninguna mala intención, sino por un descuido general, hemos dejado “solo” en la plaza de Horche ¡valla fallo! Vicente, te pedimos que nos disculpes y sobre todo, deseamos que te recuperes pronto y puedas emprender tu Camino de Santiago en plena forma, pues tanta ilusión te hace.

¡HASTA LA PROXIMA!






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