miércoles, 10 de abril de 2013

Crónica: Pezuela de las Torres


Ruta: Pezuela de las Torres.

Distancia: 7 Km.

Dificultad: Baja

Nuestra marcha de hoy ha tenido como novedad que nos la ha mostrado Mariano, un vecino de  Pezuela de las Torres que generosamente nos ha dedicado su tiempo y nos ha paseado por los alrededores del pueblo que le vio nacer.

Delante del ábside románico de su iglesia, nos hemos hecho la foto de grupo y hemos dejado los coches para echar a andar hacia la ermita de la Soledad que está junto al cementerio y en el camino que desciende hasta la Fuente de Abajo a  donde nos dirigimos. 


Para llegar hasta la fuente hay  que bajar una pronunciada pendiente y mientras lo hacemos, vamos viendo, en el profundo valle que aparece ante nosotros, campos sembrados, algunas huertas y diferentes caminos que serpentean en cualquier dirección por los distintos cerros.

Delante de la fuente, Mariano nos recuerda que hace tiempo, de sus cinco caños salía agua con la que se abastecía todo el pueblo, pero que desde que se llevó el agua corriente a las casas, el caudal se redujo a los dos caños que ahora vemos y que vierten sobre un pilón abrevadero y una gran pila lavadero, lugar donde en otros tiempos, la gente del pueblo se reunía a charlar y comentar todos los acontecimientos  del día. 


Allí delante, yo me imaginaba, el trasiego de mulas y burros cargados con los cántaros camino de la fuente y a las mujeres cantando de camino al lavadero  con los cestos de ropa para lavar y hasta a los niños jugando alrededor del agua dando vida con sus voces y griterío a este paisaje que hoy vemos tan solitario y silencioso; pero aunque la vida ha cambiado, ahí sigue la fuente desafiando el paso del tiempo, sin dejar de soltar su  agua y con las marcas que le dejaron los miles de cántaros que en ella se llenaron.  


Desde la fuente bajamos hacia el valle por uno de los montes y por una senda a media ladera. Las zarzamoras remarcan las lindes del sendero. El campo está salpicado de olivos, muchos de ellos abandonados. También aparecen algunas higueras que ahora tienen sus ramas tristes y grises como Juana de Ibarbouru les canta en su poema.

Frente a nosotros se divisa un gran pinar. Nuestra senda mientras nos aleja del pueblo, nos acerca a unas cuevas que desistimos de visitar. Por una pronunciada cuesta al fin llegamos al nacimiento de otro manantial que según nos cuenta Mariano antes llevaba mucha más agua.


Continuamos por una carretera durante un buen trecho y la abandonamos para comenzar a ascender por un monte repleto de pequeños robles hasta alcanzar de nuevo el páramo donde se encuentra Pezuela de las Torres. Ahora entramos en el pueblo por una urbanización llamada  de ”Los Caminos”, situada en un entorno de amplios campos de labor.


Caminando por el pueblo, aún se aprecia su antiguo aspecto agrícola y rural. La mayor parte de sus casas están blanqueadas. Hemos pasado por delante de la antigua posada, una casona del Siglo XVIII y estando al lado del antiguo Pósito ha aparecido Pio que nos ha llevado a su bodega. ¡Menuda sorpresa! Resulta que Pezuela está toda horadada por debajo de sus casas formando bodegas. La de Pio es espectacular; además, hemos sido recibidos con un caldo caliente, unas botellas de vino y unos platos de jamón.



 Como despedida, nos ha regalado a todos un almanaque con motivos del Belén Viviente que cada año escenifican los vecinos del pueblo y un paquete de garbanzos cultivados por él ¡Todo un detallazo!

Hemos quedado pendientes de que nos devuelvan la visita. De Asociación a Asociación. Ellos de la de agricultores de Pezuela y nosotros de una Asociación cultural de Alcalá.



Al salir de la bodega, la campana de la Iglesia tocaba con obstinación pues era la hora de misa y nos hemos acercado hasta la Parroquia de Nuestra Señora de la Asunción para verla por dentro. Se trata de un templo de tres naves, teniendo la central, cabecera circular. Por fuera, en la nave de la epístola hay un bonito pórtico renacentista cubierto, con un jardín delante dando toda esta fachada a la plaza donde se halla la Picota del Siglo XVI de siete metros de alta, levantada sobre unas gradas y rematada por cuatro leones.



Pezuela de las Torres perteneció hasta mediados del Siglo XVI al concejo de Alcalá, formando parte de 25 villas de su alfoz.

Los vecinos hubieron de reunir un millón  y medio de maravedíes que pagaron al rey Carlos I para alcanzar el privilegio de convertirse en villa; siendo la primera que se separó del Alfoz y firmado su título por la reina Doña Juana.

Fue en tiempos de Felipe II cuando se levantó su rollo o picota que para entonces era muestra de haber conseguido el título de villa. Anteriormente, los rollos y picotas tuvieron otra función cuando en las Partidas de Alfonso X quedó legislada la picota como un lugar de exhibición para castigo y deshonra.
Teniendo en cuenta su función ejemplarizante solían ubicarse en las entradas de los lugares y en las plazas.

Fueron las Cortes de Cádiz del Siglo XVIII  las que abolieron los señoríos y también ordenaron destruir estos símbolos intimidatorios que sirvieron de escarnio. En la actualidad las que han permanecido han quedado como bien de interés cultural.


Antes de abandonar Pezuela visitamos la bodega de Mariano, nuestro guía de hoy y regresamos a Alcalá cuando el cielo se cubría de nubarrones negros que no tardaron en descargar su agua.

¡HASTA LA PRÓXIMA!








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